Reencuentro

Reencuentro




No me quería contar su historia porque decía que, en fin, nadie le creía; ni yo, supongo. Pero después de unas cuantas horas de ruego me dijo: − ¡Está bien… Esta es la última vez que la cuento ya, que va a quedar en papel! -



Y sin muchas ganas, respiro profundo y comenzó su relato:



“Me encantaba todo lo desconocido, lo increíble, lo mágico… Empecé a leer cualquier cosa de ese tipo, hasta que llegó a mis manos un libro que hablaba de vidas pasadas. Lo devoré, por supuesto. Al terminar el libro quedé muy interesada en aprender más al respecto, con una ansiedad como nunca antes la había tenido.



Un día en que la tarde caía apacible, uno de esos días en que todo se ve muy quieto, muy tranquilo... hasta asusta, llegó mi hermana y me dijo: − “Mira… Vos que estás tan interesada en eso de las vidas pasadas, aquí hay un folleto que dice que hay una charla; un señor va hablar de eso y hasta hace regresiones.”



Fui la primera en llegar. Era un aula de una universidad conocida en mi país, por lo tanto solo tenía una entrada y por consiguiente la misma salida; era pequeña, si acaso cabían 50 personas bien acomodadas.

Estaba tan ansiosa que casi ni podía respirar. La espera se me hacía interminable; entraba gente de todo tipo y todas las edades y yo que pensaba que era la única interesada en esto. Por un momento pensé que no íbamos a caber, cuando estaba mirando la puerta sin la mayor preocupación que empezara la charla, un hombre joven entró al salón y apenas pasó el portal, nuestras miradas se encontrarlo. Fue como si nos conociéramos de antes.



Inmediatamente caímos en la cuenta y, despertándonos del trance, volvimos en sí, pero mi mente quedó un poco inquieta, pensando dónde lo he visto, pero pronto se me olvidó y seguí en lo mío, esperando la bendita charla.



Comenzó la charla, que estuvo muy interesante. Aprendí mucho y también quedé totalmente convencida que el señor me quería hacer una regresión, ya que mi curiosidad por querer experimentar por carne propia lo que tanto pregonaban estas personas era evidente, tenía muchas ganas de saber quién fui en otras vidas, y me gustaba preguntarme e imaginarme que tal vez fui un pirata o tal vez una prostituta o tal vez una reina; sí, porque las personas de la reunión siempre pensaban que fuimos algo bueno e importante, pero a mí no me importaba si había sido la concubina del reinado completo o el eunuco de todo un pueblo, solo quería saber en forma desesperada algo, ese algo que me saciara todas mis preguntas.



En fin, anunciaron que iba a haber una regresión en conjunto y los que querían ir nada más se apuntaban en un papel y listo. Por supuesto que me apunté y esperé el ansiado día.



Después de varios días de espera, finalmente llegó el momento, me llamaron y me citaron en la residencia de nuestro charlista. Yo iba muy feliz, mi expectativa era tal que no tenía idea de qué esperar, me preguntaba si iba a ser igual como en los libros que me había leído o como alguien me había contado. Todo eso pasaba por mi mente de camino al lugar, esperaba tener mi primera experiencia de muchas regresiones a mi pasado ya fuera oscuro o no, eso no era importante, solo quería tener la sensación absoluta que eso era verdad y comprobarlo por mí misma.



Ya en el lugar, el señor dio unas cuantas explicaciones previas de lo que íbamos a hacer y nos dijo que nos pusiéramos cómodos. Así lo hice.



Cerramos nuestros ojos. Una música suave llenaba la habitación donde estábamos aproximadamente 25 personas. El charlista comenzó con un ejercicio de relajación y nos repetía que lo primero que se nos viniera a la mente era algo importante de nuestras vidas pasadas.



Pero yo tenía un conflicto interno. Mi mente no dejaba de pensar tonterías, según yo. Veía de todo, pensaba en todo y en todos; veía mi gato, si le di de comer, los deberes de la universidad, si mi mamá sabía donde estaba, o sea, de todo; me sentía muy frustrada. Abría los ojos y veía a todos muy bien concentrados. Solo yo no lo estaba. Cerraba mis ojos nuevamente y trataba, poniendo mi mayor esfuerzo; estaba echando a perder mi primera regresión y no sabía si iba a tener más oportunidades, era tal el desasosiego y la incomodidad que me dije: - “!ah! ya no importa si no tengo mi primera experiencia no me importa” - me relajé y creo que me quedé dormida porque en un momento mi mente dejó de pensar y entré en un sueño profundo. Ya no escuchaba la música, ni a nadie respirar… ¡Solo era yo!

De pronto, capté una imagen como en un sueño. Me observé caminando en un pueblito como esos que salen en las películas del oeste. Se fue esa imagen y vino otra donde estaba de nuevo en el corredor que daba a la puerta de entrada de una casa de madera. Estaba viendo hacia el horizonte. No sabía si era el amanecer o el atardecer; solo se veían los colores rojos, anaranjados y amarillos en todo el cielo.



Luego la imagen cambia de ser yo protagonista a ser espectadora. Me veía con una niña agarrada de mi mano. No estoy segura si había otro niño en mi otra mano, no recuerdo bien. Estaba segura que era yo. Llevaba un vestido café oscuro o morado oscuro. Mi cabello era largo y rizado, de un color rojizo, como si fuera de arcilla.



Me encontraba observando los detalles de la casa y de mi ropaje cuando un sentimiento de dolor invadió mi alma. Era como cuando alguien se muere; ese dolor en el pecho y esa soledad que la muerte suele dejar cuando alguien se nos va. Ese mismo inexplicable dolor...



Abrí mis ojos llorando en verdadera agonía. Sabía que alguien había muerto o alguien iba a morir y lloraba desconsoladamente. El charlista se aproximó a mí y, sin decirme nada, comencé a contarle lo sucedido. Me miró muy sorprendido, pero su silencio me mató. Yo quería que me hablara, que me dijera lo que estaba pasando, pero nada. Solo me dijo: - “Sí… eso fue una vida tuya. Solo trata de descansar un poco y tómate un té para que te relajes.” -



Me quedé muy incómoda con eso; sentía cólera. Yo quería que me dijera algo. Eso me provocaba estrés. Se suponía que él era el experto y que me iba a contar o interpretar lo que sentía, pero nada, no me dijo nada. Pero bueno, al fin y al cabo me quedé un poco contenta porque al menos había visto algo. Una rápida miradita a lo que consideraba yo una vida pasada, eso me consoló un poco.



Pasaron los días y me avisaron que iba a haber un retiro con este mismo charlista. Y bueno, pensé que no era mala idea ir, también pensé que le podía sacar algo más de información al sujeto, así que fui.



El lugar era una finca en una montaña, muy lindo, con mucha vegetación y un río de aguas limpias donde podíamos beber sin ningún problema de contaminación ya, que su naciente comenzaba allí mismo, muy cerca de esa espectacular montaña. Íbamos a pasar el fin de semana allí.



La casa era una edificación rústica, de madera, ocupada por los dueños y el charlista, nosotros, el resto, acampábamos alrededor del lugar, hacíamos lo deberes compartidos por turnos, así como la comida.



El primer día transcurrió de lo más normal, desayuno tempranito, charla junto al río, merienda, meditación, luego el almuerzo, un pequeño recreo y otra charla en tarde. Justo antes de la cena llegó el último grupo de personas que estábamos esperando para hacer una regresión en la noche. Yo no cabía de emoción; ya estábamos todos completos para hacer la regresión.



Cuando vi con detenimiento que dentro de ese grupo de recién llegados estaba el mismo muchacho que había visto en mi primera charla. Esta vez lo conocí formalmente y quedamos como conectados. Hablamos el resto de la noche y ya la regresión pasó a un plano no tan importante; como quien dice, nos gustamos desde ese instante. De hecho, en la regresión no vi nada, todas las personas vieron de todo; cosas increíbles, pero yo nada, no me desilusioné porque este muchacho me prestó un libro de un autor famoso, y, bueno, con eso vino el intercambio de teléfonos y direcciones, claro, todo con el propósito de devolver tan anhelado libro.



Terminamos el retiro de vidas pasadas sin mayor suceso, más que estuviéramos atentos porque en sueños también se manifiestan las vidas pasadas y cosas por el estilo. Yo todavía en ese momento no estaba muy convencida, pero algo en mí me decía que había más, que no había ido a ese lugar por casualidad.



Por mi parte, las hormonas estaban funcionando a su mayor capacidad, ya que quería ver al muchacho otra vez, me leí el libro lo más rápido posible y di gracias cuando lo terminé, ya que no me gustó mucho y si no lo leía y él me preguntaba algo del libro, si no lo sabía responder, me hubiera muerto de la vergüenza, así que mejor antes de pasar un embarazoso momento decidí leerlo por completo: prólogos, epílogo, pies de página, introducción y conclusiones, o esa, todo.



El mismo día que terminé el libro lo llamé y por supuesto el vino y tomamos café; al final de la tarde, cuando se fue, se le olvidó llevarse el libro, así tuvo que volver otro día por él, el cual extrañamente siempre se le olvidaba.

Pasaron varios días de café, pan, risas tontas y habladas serias del pasado, del universo, entre otras cosas y, como una cosa lleva a la otra, comenzó una historia de amor muy linda.



Un día estábamos hablando de esas cosas serias que tanto nos gustan y hablamos de nuestras experiencias con las regresiones y por supuesto que le comenté: − ¡Vieras que yo tuve una vida en el Oeste! -

El me dijo: − ¡Mira qué coincidencia! Yo también tuve una vida en el Oeste. Yo era un comerciante e iba al pueblo a dejar mercadería. En uno de esos viajes, cuando iba de regreso a mi casa, decidí dormir en el camino, con tan mala suerte que me asaltaron y me mataron unos bandidos. Lo que más me impresionó fue que luego me vi flotando o volando sobre la pradera. Era el amanecer y llegué a mi casa, donde estaban mi esposa y mis hijos en el corredor mirando hacia el horizonte. Fui como a despedirme de ella− concluyó su relato.



Yo me quedé con la boca abierta. ¿Cómo iba él a saber de mi regresión, si no lo conocía cuando eso me pasó? De seguro alguien le contó y ahora me está molestando con eso. Pensé en muchas cosas hasta que le dije: − ¡No puede ser! -



Lo empecé a interrogar acerca de cómo era la mujer, la casa, los niños, de cómo era todo. Me contestó cada pregunta como si él hubiera visto mi regresión. Después pensé que, por otra parte, yo no había visto el asalto pero que tenía lógica lo que yo había sentido con respecto a que alguien se había muerto.

Al final le dije que si era cierto lo que me estaba contando, entonces habíamos tenido una vida pasada juntos. Nos quedamos viendo un poco incrédulos, pero en nuestros ojos había un reconocimiento que no era normal. En nuestro corazón sabíamos que era cierto.



Ella terminó su relato y yo me quedé asimilando lo que me había dicho, hasta que rompió el silencio y me dijo: − ¡Vos tampoco me crees!, ¿verdad? -



Yo le contesté: - Sí… por supuesto que sí. ¿Quién soy yo para no creer? -



Mientras mi mente trataba de ordenar las ideas, entró a la sala su esposo. Al verlo de pie junto a ella se me pareció a un verdadero vaquero y al mirar como la saludaba, me di cuenta que sí era cierto, que ellos habían hecho ese pacto; la magia más linda del universo... el pacto de amor eterno.